El clero está de actualidad, y todo gracias al último escándalo protagonizado por un religioso preso en Chile, José Ángel Arregui, detenido en ese país desde agosto de 2009.
Estamos convencidos que esto no acabará aquí, porque en muchos países (EEUU, Irlanda, Austria, Holanda, Suiza y Alemania) se han dado casos. En el caso que nos ocupa, el religioso poseía 400 horas de grabaciones de pornografía infantil y alrededor de 2.000 imágenes, según fuentes de la investigación. La treta que utilizaba Arregui era colocar cámaras en las duchas del colegio San Viator en Basauri, en el gimnasio del centro de Vitoria y en el aula de informática del colegio de la plaza Elíptica de Madrid. Según fuentes cercanas a la investigación, el religioso confesó la autoría de las grabaciones, con la excusa de que formaban parte de su tesis doctoral, titulada "El crecimiento físico en la adolescencia y su influencia en la flexibilidad y su medición". Muy poco convincente, cuando se han añadido tocamientos, masturbaciones, agresiones físicas y penetraciones con objetos contra al menos una quincena de chicos de entre 12 y 14 años.
Arregui, de 53 años, miembro de la congregación de los Clérigos de San Viator, dedicaba al menos una hora al día a revisar el material que tenía en su poder. Las fotografías y también los vídeos. Algunos, destaca Cristian González, subcomisario de la Agrupación de Pornografía Infantil de la Brigada del Cibercrimen chilena, "de una dureza extrema". Muchos de ellos muestran a niños de sólo tres y cuatro años, e incluso a "lactantes". La policía chilena tiene alguna sospecha sobre el grado de conocimiento que tenían los demás miembros de la comunidad viatoriana de Chile sobre las actividades de Arregui. El subcomisario Cristian González, que participó en la detención, relata sus impresiones: "Cuando le apresamos nos llamó la atención que no se sorprendiesen de lo que encontramos. Le dieron todo su apoyo en el momento. Incluso alguien de la comunidad nos llegó a comentar que el religioso estaba en tratamiento por este problema. Sospechamos que vinieron a esconderlo a Chile".
Estamos convencidos que esto no acabará aquí, porque en muchos países (EEUU, Irlanda, Austria, Holanda, Suiza y Alemania) se han dado casos. En el caso que nos ocupa, el religioso poseía 400 horas de grabaciones de pornografía infantil y alrededor de 2.000 imágenes, según fuentes de la investigación. La treta que utilizaba Arregui era colocar cámaras en las duchas del colegio San Viator en Basauri, en el gimnasio del centro de Vitoria y en el aula de informática del colegio de la plaza Elíptica de Madrid. Según fuentes cercanas a la investigación, el religioso confesó la autoría de las grabaciones, con la excusa de que formaban parte de su tesis doctoral, titulada "El crecimiento físico en la adolescencia y su influencia en la flexibilidad y su medición". Muy poco convincente, cuando se han añadido tocamientos, masturbaciones, agresiones físicas y penetraciones con objetos contra al menos una quincena de chicos de entre 12 y 14 años.
Arregui, de 53 años, miembro de la congregación de los Clérigos de San Viator, dedicaba al menos una hora al día a revisar el material que tenía en su poder. Las fotografías y también los vídeos. Algunos, destaca Cristian González, subcomisario de la Agrupación de Pornografía Infantil de la Brigada del Cibercrimen chilena, "de una dureza extrema". Muchos de ellos muestran a niños de sólo tres y cuatro años, e incluso a "lactantes". La policía chilena tiene alguna sospecha sobre el grado de conocimiento que tenían los demás miembros de la comunidad viatoriana de Chile sobre las actividades de Arregui. El subcomisario Cristian González, que participó en la detención, relata sus impresiones: "Cuando le apresamos nos llamó la atención que no se sorprendiesen de lo que encontramos. Le dieron todo su apoyo en el momento. Incluso alguien de la comunidad nos llegó a comentar que el religioso estaba en tratamiento por este problema. Sospechamos que vinieron a esconderlo a Chile".
Cómo es posible que rumoreándose todos estos actos la comunidad de San Viator calle como cobarde. ¿Acaso es por miedo a descubrir nuevos casos?
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